La Comisaría Cuarta: la antesala del calabozo


Empezar este artículo sobre el tiempo que Lucas pasó en comisaría ha sido un proceso difícil.

Un puñado de pensamientos y sentimientos llegaron a mí.
De pronto, se manifestaron en mí síntomas físicos como dolor de cabeza, cansancio extremo, enojo, preocupación, entre otros.
En estos días busqué cualquier excusa para evadir mi tarea de escritura sobre un capítulo que considero fue una de las etapas más difíciles de transitar.

Entonces me detuve a meditar sobre todo lo que pasaba. Abracé estos sentimientos y me tomé mi tiempo para recordar que todos aquellos momentos fueron necesarios para construir esta historia. Me detuve a agradecer.

Todo el proceso en el camino ha forjado lo que somos hoy: un testimonio de fe, de confianza y amor. Con el tiempo se encuentra el significado de cada prueba, y la enseñanza que queda es más valiosa que cualquier sufrimiento.
Pero solo funciona así para aquellos que lo quieran ver.


¿Dónde está Lucas?

Era la pregunta que todos en la familia nos hacíamos aquel 23 de marzo del 2022 cuando intentamos comunicarnos con él para darle nuestros saludos de cumpleaños.
Sin embargo, fue hasta las 3:00 p.m. de ese día cuando me enteré por un amigo suyo que estaba preso en alguna comisaría de La Plata.

Con gran desespero, empecé a llamar una a una a cada comisaría.
Ese día, después de una tarde interminable de averiguaciones, al ser las 10:00 p.m. en Costa Rica y la 1:00 a.m. en Argentina, encontré a mi hijo en la Comisaría Cuarta de La Plata.

La respuesta fue: —"¿Familiar de Solórzano? Sí, él está aquí. Puede traerle de comer porque desde ayer que nadie vino a dejarle comida."

Las lágrimas no cesaron. Comer o dormir para mí sería imposible por un buen tiempo.
No me dejaron hablar con él porque: —"No, señora, no le podemos pasar llamadas y solamente puede hacer una llamada al día, pero a un número local. No se permiten llamadas internacionales".

Durante los siguientes cuatro días llamé sin cesar hasta que alguien, con un poco de humanidad, permitió transferir la llamada y finalmente escuché a mi hijo.
Pedí ayuda al consulado, pero el trámite burocrático de correos al poder judicial y demás tardó más de una semana para resolver lo que mis desesperadas súplicas lograron en aquel fin de semana.

Unas primas de Lucas fueron los primeros ángeles que Dios colocó en ese momento para ayudarnos.
Ellas estaban estudiando en La Plata y se encargaron de llevarle comida, abrigo, cosas de higiene e incluso visitarlo en aquellos días.

Todos los días tenía derecho a una llamada de cinco minutos.
Después de la solicitud de la Embajada, casi una semana después, le permitieron recibir nuestra llamada.
Escucharlo era mi sostén diario mientras estaba en La Fortuna.
Entonces, nos reuníamos en familia para poder hablar con él, así fuera un minuto cada uno.

Las llamadas no eran privadas, por las condiciones del lugar. Todos estaban a su alrededor escuchando, tanto oficiales como las demás personas detenidas. Incluso, los oficiales escuchaban la conversación.


¿Qué es una comisaría?

Foto de https://www.infobae.com/
Yo desconocía por completo qué es una comisaría.
Para nosotros, en Costa Rica, sería como una estación de policía.
Una oficina donde se reciben denuncias, donde los policías tienen a cargo determinada área asignada para seguridad ciudadana, donde existen celdas que, en teoría, son para detenciones provisionales.

No es un lugar acondicionado para detenciones a largo plazo. Tiene celdas desprovistas de luz, ventilación, comedor o patio.
En teoría y según la ley en Argentina, una persona no debe permanecer más de 12 horas detenida en una comisaría.

Lucas estuvo en la Comisaría Cuarta de La Plata por casi tres meses. En lo personal, se sintió como un año —y eso que yo estaba afuera.
Desde adentro, el tiempo se medía aún con más lentitud.
Jamás sabré con detalle lo que pasó ahí dentro, porque para Lucas fue el infierno.
Lo poco que compartió conmigo son puñaladas que aún tienen cicatrices profundas.

En nuestra familia nunca tuvimos ninguna situación en donde tuviésemos siquiera que acercarnos a un lugar así.
Nunca vi una celda en mi vida hasta el día que entré para visitar a Lucas.


Visitando por primera vez una comisaría


Mi primera visita a Lucas fue al siguiente día de llegar a Argentina.
Me dijeron inesperadamente que podía entrar a verlo y no tuve tiempo ni de prepararme.
Estaba tan emocionada por abrazarlo que no pensé en el impacto.

Entré a un baño sucio de la comisaría, donde una oficial me hizo quitarme la ropa para revisarme.
El piso estaba sucio y mojado. Era solo un baño que, de improviso, se fue convirtiendo en un espacio de requisa.

Después del pasillo largo, había un portón con candado. Lo abrieron, y después otro portón con candado.
Ambos quedaron cerrados, dejándome adentro junto con todos los demás detenidos, que llegaban a ser más de 20 personas.
Estos lugares están preparados para alojar un máximo de 10 personas, pero algunos tenían más de un año de estar ahí detenidos, sin ver la luz del sol ni un solo día desde su ingreso.

Pasé caminando entre los detenidos, que se apartaban en el pasillo, y entré a una de las celdas para encerrarme con mi hijo.
Ahí, por fin, nuestros corazones se unieron en un abrazo eterno, entre llanto y la alegría de tenerlo nuevamente entre mis brazos.
Solo podía permanecer ahí encerrada con él tres horas, pero yo deseaba quedarme junto a él todos los días para cuidarlo.

Cuando llegué, Lucas tenía un mes de estar encerrado en esa comisaría.
Estaba pálido, delgado. Apenas si se podía respirar en aquel espacio diminuto que medía alrededor de tres metros cuadrados.
Había dos camas de cemento por celda y colchones enrollados en el suelo.
Todos estaban en el pasillo, atentos a la visita que se daba lugar en la celda.


Mientras yo coordinaba mis fechas de viaje hacia Argentina, el cuidado de Tomás en Costa Rica, su escuela, permisos de trabajo y conseguía el préstamo del dinero; su tía paterna viajó a Argentina dos semanas después de su detención.

Ella y dos primas suyas se hicieron cargo de cuidar de Lucas todo ese primer mes previo a mi llegada.
Ellas le llevaban la comida, le hicieron visita y se dedicaron a él con profundo amor.
Una bendición, porque también hicieron grandes sacrificios para ser sus ángeles de la guarda. Son actos de amor que atesoramos en nuestro corazón.

Reglas de la comisaría

Todos los días se recibía la comida y mercadería dos veces al día.
Por fin podía llevarle a Lucas comida de mamá.
Mi amor por él iba en recipientes de plástico dos veces al día.
Cada bocado era un abrazo, un beso y el recordarle lo valioso que es para nosotros.
Aprendí a cocinar con el doble de amor; iba mezclado entre las tortillas de maíz, tortas de huevo, el arroz y los frijoles, que diariamente le hacía llegar a la celda.

Recibía una visita a la semana.
Podíamos hablar una vez al día: cinco minutos que tenía para llamarme por el teléfono de la comisaría.
Pero, además de las reglas de vestimenta, tipos de comida, horarios y demás que estaban pegadas en un papel en la entrada, había reglas que regían detrás de las rejas de aquella comisaría.

Adentro había jerarquías que respetar.
Uno de los privados de libertad, el más grande en tamaño, por supuesto, era el encargado de definir quién y cuándo recibía visita.
Esta información era pasada como orden a los oficiales, que justificaban la acción como "coordinación interna".
En dos ocasiones me quitaron la visita porque así lo "coordinaron adentro".

Después de informar de la situación a la Embajada, el cónsul visitó a Lucas para revisar su condición.
No hubo reunión en un espacio privado: fue frente a todos, en una jaula entre las rejas.
Lucas manifestó estar bien, bajo amenazas previas.
Tampoco hubo interés en ver que aquella condición no era normal y que se podía hacer algo más.

Los días posteriores a esta visita se transformaron en un infierno.


Convivencia

El primer mes de detención de Lucas estuvo durmiendo en una cobija en el piso.
Según le decían, no había suficientes colchones ante tal hacinamiento de personas.
Las primeras veces que ingresé de visita, quería conocer a las personas con las cuales él convivía, y como buena tica, confié.

El primero en presentarse, por supuesto, era este hombre que dirigía todo en las celdas.
Me dijo: —"Yo cuido a tu hijo, lo pasé a dormir a una celda conmigo y tres más. Las reglas aquí las pongo yo. Ya sabes, somos cuatro por alimentar."
Pasó de ser una conversación amena y de confianza, a una amenaza.

Lucas pasaba el día entero leyendo. En uno o dos días leía los libros que llevaba.
A ellos les incomodaba que Lucas leyera, y se molestaron aún más cuando el cónsul lo fue a visitar.
Entonces, aquellos que se hicieron pasar por amigos y protectores se convirtieron en verdugos.

Lo tiraron al pasillo, le robaron sus cosas y le prohibieron dormir.
Cada vez que lo veían dormido, le pegaban.
Mi corazón se hizo pedazos cuando, en una visita, él solo quería acostarse en mi regazo y cerrar los ojos.
Tenía golpes y grandes moretones en los ojos. Me dijo: —"Mami, ya me acostumbré a dormir con los ojos abiertos."

Yo no pude evitar llorar, mientras en las paredes se sentían los golpes amenazantes.
Golpeaban para amedrentarnos. Escuchaban nuestra conversación.

Lo colocaron a dormir en la ducha.
En una de sus cartas, envió una caricatura en donde, con astucia, contaba que encontró una pared en el baño en donde habilidosamente se subió y logró dormir un rato... ¡hasta que el tipo lo descubrió!

Denunciar lo que pasaba adentro era otra amenaza.
Pero, además, esto pasaba frente a los oficiales, que permitían todo tipo de abuso.
Nunca conoceré con exactitud la pesadilla que vivió Lucas en ese calabozo.
Ningún animal sobrevive en un encierro de esta magnitud.
Sin sol, sin aire fresco, sin poder moverse más de 10 metros en un pasillo oscuro iluminado con bombillos.
Los cables eléctricos pelados que cuelgan de las paredes para crear calentadores de agua improvisados, pero que además parecen tentaciones puestas a propósito para instar a las personas a terminar con su vida.

Sin embargo, almacenar personas así es legal. Le llaman justicia, y más de uno se enorgullece del sistema.

Cartas

Las cartas se convirtieron en otra forma de mantenernos unidos.
Todos los días caminaba 45 minutos cargando la comida y una carta para Lucas.
Él siempre me enviaba otra carta de regreso.
Esto me daba fuerzas para la caminata de otros 45 minutos de regreso a casa. Así cada día, dos veces al día.

Caminaba porque me daba miedo subirme en un colectivo y perderme.
Así que caminando recogía flores y hojas de colores en medio del otoño, para ponerlas dentro de las cartas y que él tuviese algo de color que iluminara sus días.

Cada carta era revisada por los oficiales.
Yo esperaba afuera, ansiosa, su correspondencia y me sentaba en la vereda a leerlas.

Tenemos montones de cartas.
Cartas que nos mantuvieron durante esos meses y que fueron el sostén para Lucas, como para nosotros mismos.

Lucas hizo cartas para varios de sus amigos, y pocos respondieron.
Quizá respondieron una, pero luego los “amigos” desaparecieron en la niebla que trae el prejuicio que carga cada persona.

Conozco el corazón de mi hijo.
Solo sé que es un alma buena, un alma hermosa que vale la pena y que es fuente de amor.
La felicidad que ha traído a mi vida sobrepasa cualquier tristeza.
Yo decidí acompañarlo en este viaje que se llama vida.

Lucas nunca me ha fallado.
Eso no existe siquiera ante los ojos de Dios, y sería prepotente si yo pensara que un hijo está en la vida para hacer lo que yo considero correcto o erróneo.

En la vida no existen errores.
Estamos aquí para aprender y nada es una equivocación.



Hace tiempo que pedí a Dios ver la vida con los ojos de mi alma y no con los ojos humanos, que son tan limitados.
Un día puso una señal en mi camino.
Cuando me sentía sola y sin esperanza, apareció un arcoíris en una ventana que decía: ¡Confía!

Siempre hay una obra mayor.
Como hilos de colores somos todos nosotros, y debemos dejar que quien está trabajando en esta obra, nos utilice en su magnífico bordado.


Esto es un testimonio en el amor.
Agradecemos cada parte del camino porque hoy somos más conscientes y plenos en el amor de Dios.


Carolina Solórzano
Señor, hazme instumento en tu amor



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Comentarios

  1. Eres una mujer guerrera luchadora y llena de Dios sólo así se puede resistir tanta tristeza o más bien impotencia saludes que Dios me la siga amparando un gran abrazo

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  2. Mucha fortaleza estás en nuestras oraciones. El amor de madre sobre pasa cualquier obstáculo y Dios nunca nos abandona sigue adelante y luchando 🙏.

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  3. A veces nos quejamos sin darnos cuenta de lo afortunados que somos. Confía en la justicia divina de Dios: Él te sacará de esta situación, y vendrán cosas mejores. No te canses de orar, porque cada oración abre camino a una nueva esperanza.



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  4. Carolina eres muy valiente y llena de fe y esperanza, Dios va a hacer la obra en su tiempo y regresarán los tres juntitos a éste hermoso país que te vio nacer. Saludos y bendiciones, un fuerte abrazo.

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  5. Sigue adelante Caro, escribir es una manera de compartir este duro camino, nos humaniza y nos deja claro lo frágil que somos como seres humanos, una pena compartida es media pena, y de esta manera te acompañamos.
    En mis oraciones imploro a Dios te siga dando esa gran valentía y acompañe a Lucas 🙏🙏

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  6. Todas la bendiciones del mundo ,Dios está con ustedes, un gran abrazo y no desfallecer,todo va a estar bien,en el momento de Dios

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  7. Carito todo va a estar bien, confia en Dios, un abrazo para usted y me saluda a Lucas cuentele quien soy el no me recuerda pero yo si y a pesar de los años se que ese niño bueno que recuerdo no ha cambiado.

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  8. Hola hermosa. Dios no le da cargas a quienes no la puedan soportar. Qué gran propósito tiene Dios para Lucas y para ti al enfrentar esa experiencia!!! Solo tengo palabras de admiración para ambos. Dios no está a la par de ustedes. Dios los lleva en brazos porque conoce su dolor y la tristeza de su corazón. Reciban a partir de ahora mis oraciones y abrazos a la distancia de solidaridad. Con cariño, Dylana Acuña

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  9. En el tiempo de Dios se dispararán y nada los detendrá, el amor y la gracia de Dios irán una a la derecha y otra a la izquierda con ustedes.
    Y nada les robará ni quitará la libertad. El sello de la justicia divina los protegerá y grandes bendiciones vendrán.
    Un fuerte abrazo a los 3 ,están en mi corazón y mis oraciones. Dios proveerá.

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  10. Hola! Lograste llegar a la meta de goFundMe? El link ya no funciona. Saludos

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